Carpe mare
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Al centro de la luz arde una sombra,
y en esa vastedad brillan tus dedos
en su lento escalar un remolino
de imágenes veloces.
Todo es cuerpo
presente y abisal párpado fijo
en medio del salón, memoria y vértigo
tocados por el ámbar en las pausas
del recinto que busca su hondonada.
Ahí la claridad se precipita
y el áspero tapiz abre los pliegues
de un destello sonoro del pasado.
Irrumpe al resurgir, tensa los bordes
dilatados al sol y se desnuda
contigo (en la oración ensimismada)
el paréntesis negro del espejo.
Afuera está el invierno con sus autos
humeantes por la escarcha, el aire frío
de los rostros, los álamos que agitan
centelleos en otra realidad
más imprecisa.
Adentro languidece
la cúpula ondulante ya sin peso,
y cae en espiral sobre tus yemas
una gota de luz de aquella sombra.
Jorge Valdés Díaz-Vélez
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La luz los separaba.No podían
acomodar sus ojos al dolor que la mañana
derramaba en su mundo, en el tierno desorden de sus cosas.
El día le dictaba a la indolencia normas de claridad,
difíciles caminos bajo el sol.
Malgastaban su tiempo en trabajos extraños,
en tareas que les eran ajenas y que las horas
dejaban en sus manos de repente.
Y transcurrían siglos de silencio, inacabables
épocas de sed, grandes espacios de flores muertas,
Pero al fin la triste respiración de la ciudad cansada
les decía que comenzaba a regresar el atardecer.
Posaban la mirada en las lejanas cumbres.
Presentían
que en el rumor oscuro de sus árboles
ya estarían las aves buscando su cobijo,
su humilde refugio de verdor apagado.
Entonces olvidaban la larga separación,
rompían las ataduras de la luz
y se encontraban de nuevo en el límite exacto de la sombra.
Porque la noche los unía, los empujaba suavemente
al lecho en que los cuerpos celebran los ritos de la
......................................................inmediatez,
al reino de la inocencia y de lo verdadero.
Eloy Sánchez Rosillo
Otra vez el tiempo te ha traído
al cerco de mis sueños funerales.
Tu piel, cierta humedad salina,
tus ojos asombrados de otros días,
con tu voz han venido, con tu pelo.
El tiempo, muchacha, que trabaja
como loba que entierra a sus cachorros
como óxido en las armas de caza,
como alga en la quilla del navío,
como lengua que lame la sal de los dormidos,
como el aire que sube de las minas,
como tren en la noche de los páramos.
De su opaco trabajo nos nutrimos
como pan de cristiano o rancia carne
que se enjuta en la fiebre de los guettos,
a la sombra del tiempo, amiga mía,
un agua mansa de acequia me devuelve
lo que guardo de ti para ayudarme
a llegar hasta el fin de cada día.
Álvaro Mutis
Una joven
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El árbol ha entrado en mis manos,
La savia ha ascendido por mis brazos,
El árbol ha crecido en mi pecho
Hacia abajo,
Las ramas crecen fuera de mí, como brazos.
Árbol eres tú,
Musgo eres tú,
Eres violetas con viento sobre ellas.
Una niña -tan alta- eres tú,
Y todo esto es locura para el mundo.
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Ezra Pound
Sin nombre
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Una pesadilla te asalta con frecuencia:
llega un hombre herido, por la noche,
a tu casa-sitúas el agujero en el pecho, a la izquierda...
Su sangre al brotar manchatu puerta, al apoyarse,
casi desvaneciéndose...
Quiere que le dejes entrar.
Es como el alma de un amante
muerto y resucitado
hambriento aún
sólo que no está muerto.
Y aunque el vello en tus brazos
se eriza y un aire frío
que de él proviene
cruza tu umbral,
no has visto a nadie más vivo que él
cuando te toca, apenas roza tu mano
con la izquierda suya, su mano limpia,
y un "por favor" susurra,
en cualquier idioma...
Tú no eres médico ni nada parecido.
Has llevado una vida normal,
lo que un observador llamaría "sin tacha".
Detrás, en la mesa
,hay un cuenco con fruta,
una silla, un cuchillo,
un plato con pan...
Es primavera, y el viento de la noche
huele, húmedo, a marga removida
y a flores tempranas.
La luna irradia su belleza
que como belleza ves al fin,
tan cálida y ofreciéndolo todo....
Sólo hay que tomarlo.
Oyes ladrar perros distantes.
La puerta está entreabierta
o entrecerrada:así permanece
y tú no puedes despertar.
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Margaret Atwood
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Latitud...
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No quiero más que estar sobre tu cuerpo
como lagarto al sol los días de tristeza.
Se disuelve en el aire el llanto roto,
al pie de las estatuas
recupera la hiedra
y tu mano me busca
por la piel de tu vientre
donde duermo extendido.
El pensamiento melancólico
se tiende, cuerpo, a tus orillas,
bajo el temblor del párpado, el delgado
fluir de las arterias,
la duración nocturna del latido,
la luminosa latitud del vientre,
a tu costado, cuerpo, a tus orillas,
como animal que vuelve a sus orígenes...
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José Ángel Valente